«No hay persecuciones de coches. Sale un orangután durante una hora y diez»


Entrevista con Nicolas Philibert por Aritz Intxusta
Gara - 22 de Febrero de 2011

En 2003, el filme de Philibert Ser y tener fue elegido como el mejor documental europeo. Este galardón vino a confirmar la trayectoria del realizador nacido en Nancy en 1951, que comenzó a grabar a finales de los setenta. Nénette sería su novena película.

Nicolas Philibert abrió con su último trabajo, Nénette, el festival Punto de Vista de Iruñea. Ser y tener  y Regreso a Normandía han confirmado a Philibert como uno de los realizadores de referencia dentro del documentalismo actual. Se trata de un tipo concienzudo. Para rodar el documental «El País de los sordos», aprendió el lenguaje de signos. Antes de responder a las preguntas de esta entrevista, calla unos segundos mientras se clava el índice y el pulgar en las cejas. Piensa mucho para hablar.

Tener a un oranagután enjaulado como el único personaje que se ve durante todo el filme parece una apuesta arriesgada. ¿Qué busca transmitir con Nénette?

No he rodado este documental para transmitir un mensaje. La película no nace de la necesidad de querer decir algo. No hay ninguna idea preexistente. Los espectadores pueden adueñarse de lo que ven. Una película como ésta permite al espectador reflexionar sobre ciertas cosas: sobre nosotros mismos, sobre las relaciones entre hombre y animal, sobre la libertad y la cautividad o sobre la desaparición programada de los orangutanes. Considero que la película abre pequeñas puertas. Realmente, se trata de una película un poco especial. Durante una hora y diez minutos se ve a un orangután detrás del cristal de su jaula, mientras se escuchan los comentarios de los visitantes. Y eso es todo. Constituye una experiencia bastante particular. No hay persecuciones en coche, ni ese tipo de cosas. Tampoco se trata de un documental de animales como los que estamos acostumbrados a ver por la televisión. Es como un cara a cara, nos lanza contra un mono, un animal que es a la vez cercano a nosotros y diferente. Creo que, sin duda, se trata de una de las especies animales más cercanas al hombre. Podríamos decir que Nénette, esta orangutana, es como una figura del otro, el otro por excelencia.

Usted dijo que Lo de menos (La moindre des choses) trataba también de «aquello que nos conecta con el otro, de todo cuanto el otro puede hacernos aprender de nosotros mismos». Sin embargo, esa película estaba rodada en un siquiátrico.

Las dos películas son muy diferentes. Se trata de experiencias muy distintas para el espectador, aunque sí que es cierto que podría decir esta misma frase de Nénette.

Además de la relación con el otro, en Nénette también se tocan los vínculos entre hombre y animal, algo recurrente en su filmografía.

He realizado alguna película sobre la relación con un animal, aunque no soy ningún especialista en los vínculos entre hombres y animales. Para mí, los temas de mis películas no son más que un pretexto. Sería incapaz de decirte con exactitud cuál es el tema de cada una. La moindre des choses no trata de enfermedades mentales. En ese filme, se ve cómo se monta una obra teatral y tampoco constituye una película sobre el arte dramático, ni sobre el teatro como terapia. Es un poco de todo y también otras muchas cosas. Con Nénette ocurre lo mismo. No es un documental sobre animales, aunque sólo se vea a un animal. Todas mis películas tienen una dimensión metafórica.

Pero sin embargo, sí que insiste en determinados escenarios. Rodó también en una galería zoológica.

El lugar no era exactamente igual. La Ciudad Louvre trata sobre un museo, sobre la galería de zoología del Museo de Historia natural de París. Bueno, confesaré que sí que se encuentra justo al lado del parque donde está encerrada Nénette. Ese museo permaneció cerrado durante 30 años y después se decidió restaurar. Se restauraron las colecciones, se llevaron a los taxidermistas cientos de animales disecados. Pero sería un error tomar estas imágenes al pie de la letra, porque ese filme tiene una dimensión muy onírica. Podría decirse que grabé animales, estos animales disecados mirando fijamente a la cámara e intenté darles un toque de vida.

Veo que prefiere la palabra experiencia para referirse a sus propias obras, ¿por qué?

Creo que también podría llamar aventuras a mis trabajos. No me planteo mis documentales con un guión preciso. Lo cierto es que voy inventando día tras día, mientras sigo capturando las imágenes. Para realizar una película necesito el punto de partida, pero jamás sé a dónde me va a llevar hasta que transcurre un tiempo. Confieso que, a veces, no sé siquiera cuál va a ser ese punto de partida. Por eso puedo afirmar que no hay mensajes preexistentes. En ocasiones, al final de todo el proceso, ni siquiera descubro por qué he querido hacer esa película.

Entonces, podría hablarse de dos experiencias. Una la suya, mientras graba, y otra, la que genera en el propio espectador.

Todas mis películas se basan en encuentros. Por definición, nadie sabe cuál es el resultado de un encuentro. El carácter del encuentro entre la persona que rueda y las que son rodadas, se percibe en la propia pantalla. Creo que todas las películas dicen algo de la naturaleza de la relación entre el que rueda y quienes son filmados. Esta relación repercute, asimismo, en la mirada del espectador. Si el documentalista graba de una manera opresiva, como si fuera un voyeur, un vulgar mirón, el espectador se va a sentir incómodo. Finalmente una película desata un triángulo relacional entre el que graba, el filmado y el espectador. Ese elemento o esa sensación que circula entre los tres protagonistas constituiría la experiencia a la que me refiero.

¿La presencia de la cámara, del hombre que graba, debe percibirse o tratar de ocultarse al máximo?

Yo, por ejemplo, nunca intento que se me olvide. A veces, las personas a las que grabo miran a la cámara. Eso no me plantea ningún problema. Jamás digo a la gente: «actuad como si no estuviera aquí». Es obvio que estoy ahí, lo contrario constituye una impostura. La cuestión es saber cómo estar en ese lugar porque eso determina cómo se establece la relación con quienes son grabados. ¿Es legítimo estar ahí con una cámara? En algunas ocasiones quizá, en otras, resulta más complicado. Al fin y al cabo, una película también es el fruto de una cadena de decisiones que se han de tomar sobre la estética, la política y la economía.

Y para forjar esa relación, ¿prefieres trabajar solo o con un equipo?

Trabajo con un equipo, aunque reducido.

Pero a veces adultera menos uno solo. Es más discreto.

Las personas con las que trabajo son muy discretas y van con cuidado. No se trata de que nos olvide, sino que se nos acepte, que no es lo mismo. Hacerse olvidar implicaría ir a robar algo. No me gusta grabar a escondidas, me gusta estar presente, estar con. Es algo que está ocurriendo y yo estoy con ellos.

Usted lleva más de 30 años dirigiendo documentales. ¿Siempre ha sido guiado por esta filosofía? ¿Cuál ha sido su evolución?.

En mi primera película estaba más distante. La película trataba sobre grandes empresarios. Eran los jefes de IBM en Francia, Thompson, Elf… No se generaba la misma empatía.

Mejor con la orangutana.

Es más simpática. Los orangutanes son animales más simpáticos que los ejecutivos.

¿Más humanos?

Quizá.

Desplazarse hacia arriba