Regreso(s)
Uno de los numerosos efectos benéficos de Regreso a Normandia habrá sido suscitar, a su vez, el regreso del bello filme de René Allio, que se había convertido en invisible. En Francia, la restauración de la copia, el estreno en salas y la edición en DVD (INA, con importantes aportaciones en los extras) han permitido un reencuentro fecundo en más de un sentido. En primer lugar, por el mero hecho de entrentarse a la película. El vigor de la presencia, la fuerza de los planos, la intenligencia de la construcción, la sensación de belleza y de malestar cuando escuchamos el informe redactado en la cárcel por el joven campesino asesino, que marca la evolución de la película, siguen intactos treinta años después. A este respecto, no es necesario conocer el proceso de elaboración del film (el guión de Allio con Jean Jourdheuil, Serge Toubiana y Pascal Bonitzer, así como su producción y, especialmente, la elección de los intérpretes) para que la fuerza del film le impresione a uno.
La sorprendente alquimia de la materialidad bruta de los cuerpos y de los objetos y la disposición vertiginosamente precisa de los modos de locución produce un efecto paradójico, que conjuga el éxtasis y la deflagración. El tiempo lento de la vida campesina en los años 1830 y la extrema brutalidad del crimen de Pierre Rivière son, si no su fuente, sí la correspondencia exacta de la perspectiva de lo que cuenta la película. Cinematográficamente fiel al trabajo de M. Foucault, la puesta en escena suscita esa arqueología, esa capacidad de hacer perceptible, gracias a una forma, la presencia de ritmos, estados del lenguaje, relaciones de poder, de deseo, de tiempo, que desafían todos los tópicos y toda simplificación. Aunque lleva a cabo su trabajo historiográfico de forma encomiable, el film de Allio es admirablemente cinematográfico, en el sentido pleno del término, emocionante, trágico. trivial Y presente.
Naturalmente, se conozca o no la película de antemano, ya no podemos ver Moi, Pierre Rivière, ayant égorgé ma mère, ma sœur et mon frère… como hicieron los (escasísimos) espectadores de la época en que se filmó. El proyecto cinematográfico, tal como queda reflejado en la película, genera en la actualidad ecos distintos. Dos ejemplos, entre otros: la consideración de la violencia popular y su posible articulación con un discurso tan sofisticado como oculto no se comprenden igual en tiempos de obsesión por el terrorismo que al hilo de los movimientos surgidos del 68; el funcionamiento de la justicia y el concepto de culpabilidad están siniestramente en paralelo con nuestra época preocupada por la seguridad y lo mediático (en eso también se parecen, tal como ya había observado Foucault ) en términos que creíamos caducos, o al menos en vía de extinción, en 1976.
Volver a ver Moi, Pierre Rivière… en nuestros días participa así de lo que vincula el trabajo de Foucault y sus colaboradores acerca del suceso de 1835, el film de Allio y el film de Philibert. Es decir, la película colabora en ese cuestionamiento del vector tiempo como línea continua, ese trabajo de cortocircuitos, desvíos y rodeos fecundos para avanzar mejor, a la vez que muestra una confianza renovada en los poderes del registro para producir algo más que rastros: un palimpsesto de efectos de presencia y ausencia, con una disposición que nunca es completamente controlable (¡él!), de percepción y comprensión de una luz, un sonido, un empalme, un encuadre. Eso es lo que construye metódicamente la heterogeneidad de Regreso a Normandia, así como lo que se pone en situación gracias a una disposición muy particular del hecho histórico (1835), del trabajo del historiador (1973), del primer trabajo cinematográfico (1976) y del segundo (2007), y cuyos recursos se revitalizan con la revisión de la película precedente.