Jacques Renoux / Télérama – 5 de febrero de 1986
Christophe Profit va a efectuar, bajo el ojo atento de la cámara, la ascensión de los Drus, por su cara oeste. Y, como es costumbre en él, en “sólo integral”: con sus propias manos, sin cuerda, ni clavijas. A pie de obra, se cambia de zapatos… se pone unos más ligeros. Sus primeros pasos por las rocas tienen la ligereza de un bailarín de ballet. A continuación, y siempre con esta increíble ligereza, se cuelga de la pared vertical y lisa de 1100 metros de altura. Christophe Profit, héroe de las altas soledades, llena él solo la pantalla. Con la montaña. Sin comentarios técnicos ni momentos de puro lirismo, la película respeta el silencio del escalador y ofrece, de este modo, un poema visual que exalta la estética, moral y física, de un acto extraordinario