Bernard Heitz / Télérama

De 1931 a 1939 fue sin duda alguna el mascarón de proa del ciclismo francés, y se alababa de él su particular estilo. Sprinter emérito, se distinguió en todas las carreteras de Francia, sobre todo en la París-Roubaix de 1934 y en el Tour de 1937, que ganó a pesar de una hernia lumbar persistente y los golpes bajos de sus adversarios. ¡Sin olvidarnos de los «Seis Días», una carrera aterradora en donde los corredores se pasaban veintiuna horas consecutivas en la pista!

Pero Lapébie ha sabido dar tiempo al tiempo y, aunque sigue muy atento las carreras de nuestros días, concentra su mirada de niño maravillado en ese asfalto que sigue tratando de domesticar durante cuatro o cinco horas al día. Como un artista, como un joven tortolillo. (…) Ni atisbo de ostentación, ni una brizna de vanidad en un hombre sabroso, chispeante, sencillo por naturaleza. Una auténtica gozada recorrer con él este documental, directo a la par que festivo, una síntesis de su vida, inteligentemente construida por Nicolas Philibert.

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